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Y entonces no sabes qué hacer;
te desesperas;
tienes miedo;
sientes que todo lo que has luchado para conseguirlo
ha sido en vano.

Quieres gritar;
pero sabes que no serviría de nada.

Las lágrimas rebosan en tus mejillas,
siendo que tu llanto es vano.

Y entonces...

Y entonces...

Y entonces...

No ocurre absolutamente nada.

La pelea ha concluido;
has perdido aquello que te importaba.
























Ahora todo te da igual.

.




Era de noche;
estaba oscuro;
muy oscuro.

Sin luz.

No habían estrellas,
y la luna se había ido.

Del interior de la penumbra,
salió una sombra
con los ojos rojos;
brillantes,
siniestros...

Su piel parecía pálida;
cadavérica;
como la de los muertos.

Yo tenía miedo,
recule.

El monstruo me miró;
con inteligencia;
con lucidez.

El aire no llenaba mis pulmones;
me costaba respirar.


—¡¡Luuuuuuuuuna!! —escuché como gruñía la bestia—. ¡¡Estás herida; aguanta!! ¡¡No cierres los ojos!!

Tenía frío,
y estaba tan cansada...

—¡¡Hey!! ¿Me escuchas? ¡¡No te rindas!! ¡¡Resiste!!

Quise hacerle caso,
pero era tan difícil...

Él se aproximó a mí y me cubrió con su chaqueta.

—Siiieempre... F-Fu...Fuiste... así, ¿verdad? — balbuceé de manera casi inentendible.

—Sí, y por culpa de ello tus latidos se detienen.

Pasado

Melancólicamente, me dirigí al antiguo caserón abandonado de los De Una Noche. La polvorienta habitación de Diego, era con diferencia mi lugar favorito de la ahora siniestra casa.

Me senté en su cama, aferrándome a las sábanas raídas, que, a pesar del transcurso de los años aún atesoraban su aroma.

Me abracé a ellas, imaginándome su cálido cuerpo junto al mío.

Otro de mis lugares preferidos era el comedor, donde antes había un piano de cola, en el que Diego tocaba y componía sus canciones.

En alguna parte del espeso silencio pude apreciar en los difusos retazos de mis recuerdos una compleja melodía, escrita por él, que engrandeció el universo pues cada vez que cerraba los ojos tenía la sensación de escuchar su música acariciando mis tímpanos.

La gastada madera crujió, anunciando la llegada de una persona que ni mucho menos tenía que ver con las ratas, cucarachas o arañas que desde hacía diez años residían aquel domicilio, aparentemente maldito.

—Cristal ¿estás ahí?

No contesté.

—¿Cristal?

Las bisagras chirriaron, y la puerta se abrió.

Bajé la mirada cambiando de dirección.

—No deberías de estar aquí.

—Ni tú tampoco— mi voz sonó más gélida de lo habitual.

Paula sonrió, tendiéndose a mi lado sobre la cama.

—¿Te encuentras bien?— menuda pregunta más absurda, ¿cómo iba a estar bien? En mi vida nunca nada se había encontrado en condiciones.

Una parte de mi se ablandó ante su comportamiento; era una buena amiga, y yo no me merecía ni la mitad de la atención de la que me dotaba.

El silencio se instauró durante unos instantes entre nosotras.

—Han pasado diez años— concluyó Paula—, y aún sigues igual.

Me dolía admitirlo, pero era cierto.

—¿Qué quieres que haga?— mi voz sonó cansada, débil, sin ánimos.

—Superarlo.

—Resulta más fácil decirlo que hacerlo.

—Pues al menos deja de vivir en el pasado; el tiempo transcurre, la vida sigue y por mucho que nos duela hace que las cosas cambien, tanto para bien como para mal.

Tenía razón, pero eso no quitaba el hecho de que yo siguiera sintiendo dolor.

Justo en ese instante, la paciencia de mi única amiga explotó:

—Eres una cobarde; te encierras en tu universo centrándote sólo en tu agonía sin tan siquiera pensar en la que generas a las demás personas; a tu madre y a mí… ¿has pensado alguna vez la cantidad de noches que me pasado en vela sufriendo por tu tristeza?, ¿la cantidad de veces que me rompí la cabeza con ideas o gracias que consiguieran sacarte las más mínima sonrisa de cortesía? No, tú no eres consciente de nada.

—¿Y qué quieres que haga? ¿Ignorar aquello que viví? Sabes perfectamente lo que ocurriría si lo hiciera.

—"Si olvidas lo tu pasado estarás siempre predestinado a revivir tus mismos errores"— citó Paula en tono burlón, mas aquella era la escusa que yo utilizaba siempre que mi mente miraba atrás.

—Exactamente— afirmé ignorando su entonación.

—¡¡Esto es absurdo!! Es cierto que si olvidamos nuestro pasado no existimos, pero también es verdad que no podemos vivir en el.

—¡¡Cállate Paula!!— le atajé tapándome los oídos.



.


Caminando por un sendero de esperanza impregnado de tu aroma,
yo pensaba, ausente,
cómo sería volver a tocar las suaves hebras castañas de tu cabello.

Navegando en un océano escarlata; cálido; creador de vida,
yo aspiraba, absorta,
el efluvio producido por tu candente aliento.

Recorriendo un bosque infértil; de tierras áridas y animales enfermos,
yo lloraba, melancólica,
como consecuencia de verme consumida por el dolor de tu ausencia.



NOTA: Mañana termino los exámenes; no me lo creeo. ¡¡Por fiiiin!! :)
Aún me queda por terminar unos trabajos, pero por eso no me veo demasiado estresada ^^

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NOTA: Los exámenes raptaron mi inspiración por eso sólo subo fragmentos de mis relatos.

Por cierto, está escrito en primera persona y la protagonista (Luna) es una escritora novel a la cual en su relato sus personajes cobraron vida. Hará un año que concluí esta historia y ahora que la releo le encuentro fallos. Y eso me gusta, porque significa que he mejorado ^^.

Silenciosamente corrimos por los pasillos buscando la salida más cercana.

Algo gélido tocó mi hombro.

Chillé, como nunca antes lo había hecho.

Paula también empezó a gritar cuando su linterna enfocó a una silueta oscura. Tenía el cabello castaño brillante y los ojos negros, tan oscuros que se me hizo imposible precisar la separación del iris y la pupila.

Era Stefan, no me cabía la más mínima duda de ello.

— ¿Adónde vais tan rápido?— ronroneó.

Paula no habló, su mirada se encontraba clavada en el inhumanamente bello rostro de Stefan.

La mirada de Stefan se centró en mí.

—Luna, Lunita…— canturreó Stefan divertido ante mi silencio—. ¿Conoces tú acaso la historia de Endimión? Es una antigua leyenda griega— se dirigió hacia mí directo al grano, centrado en aquello que él consideraba de interés.

Quise rodar los ojos ante su comentario, Stefan era tal y como imaginé; le encantaba marear la perdiz demasiado.

No obstante… ¿Qué pretendía hacer con eso? ¿Entretenernos?

Tragué saliva con anticipación, intentando mantener el ritmo de mis pulsaciones constante.

El vampiro ignoró mi expresión, y empezó a narrar la historia:

—Endimión era un hermoso pastor que estaba enamorado de la Diosa Selene— soltó una risotada conspiradora.

Tragué, ¿Selene?

Algo aquí no pintaba bien, ¿qué idea rondaba por su cabeza?

Era humillante no saberlo, puesto que yo era la autora del relato y tendría que tener el privilegio de conocer lo que pensaba.

— ¿Y… quién era la Diosa Selene?— le pregunté casi sin querer, atragantándome con mis palabras.

Stefan me lanzó una mirada elocuente antes de hablar.

—La Diosa griega de la luna.

Estupefacta, le miré.

Resultaba imposible que conociera la verdad sobre su existencia, que supiera que era un personaje de mi relato; era una mera coincidencia, estaba completamente segura de ello, aunque resultaba extraño que los nombres de Luna —aunque sólo fuera como astro—, y Selene se encontraran entrelazados, era como una absurda ironía, ya que Selene, era la auténtica protagonista de "Encadenada a lo imposible".

Stefan siempre contaba alguna historia o leyenda antigua a la persona que iba a matar, solía decir que no le parecía justo que abandonáramos este mundo sin aprender algo nuevo, sobre todo si ese "algo" nos otorgaba una pizca de cultura, ya que, según el vampiro, eso era lo que más nos faltaba a las generaciones de hoy en día.

Stefan fue uno de los personajes más complicados de este relato, pues tuve que indagar bastante para buscar información sobre curiosidades y viejos relatos.

Stefan pasó una mano por su sedoso cabello.

—Endimión y Selene eran amantes— habló sacándome de mi abstracción—. Un mortal, y una inmortal; normalmente estas relaciones no terminan bien, más que nada porque uno termina muriendo— afirmó el vampiro en tono burlón.

Hice un esfuerzo para no bajar la guardia, ya que, a él le encantaba comportarse con naturalidad con sus presas, intentar eliminar la tensión del momento y que la persona cogiera confianza, así el humano en cuestión se dejaría llevar, pensando que no lo iba a eliminar y él se deleitaría de ello y de lo inocentes que somos los de nuestra especie.

Sin saber qué hacer opté por seguirle el juego, no tenía otra opción.

— ¿Y esta historia acaba bien?— le pregunté en tono especulativo.

Los oscuros ojos de Stefan me escasearon, buscando un algo que no supe identificar.

Me lanzó una sonrisa suficiente.

—Eso lo deberás de juzgar tú— afirmó. Hizo una pausa—. Selene sólo podía estar con Endimión obviamente por las noches, así que imploró a Zeus que hiciera al pastor inmortal, Zeus le cedió el privilegio, provocándole a Endimión un sueño perpetuo, en el que cada noche espera a que su Selene lo visite.

Le miré asombrada, la historia era verdaderamente bonita, y lo más asombroso era que no la conocía, así que por lo tanto mis personajes cada vez se están volviendo más independientes, pueden tomar sus decisiones, ya no son títeres a merced de mi mente; no supe si reírme o llorar.

Stefan había cobrado vida, en todos sus sentidos.



...


Sofía llegaba tarde para comprar la cena; eran las ocho y el supermercado cerraba a y media. Se había entretenido demasiado en la biblioteca estudiando para los finales.

Su móvil sonó; era Emilio, su actual pareja.

Agotada, suspiró. Seguro que la llamaba para recordarle que comprara cervezas.

Parpadeó atónita cuando una lágrima emanó de su ojo derecho. ¿Qué le ocurría?

Quizá lo que le pasaba era que una parte suya estaba triste, nostálgica a lo mejor ya que últimamente su subconsciente le obligaba a rememorar tiempos mejores; momentos en los que era niña; dulces; sin complicaciones.

Pero todo había cambiado desde la muerte de sus padres.

Ahora se tenía que centrar únicamente en encontrar un buen trabajo tras concluir con sus estudios.

Sí; ese tenía que ser su único objetivo. Y para ello debía dejar de soñar y centrarse en llevar una vida responsable.

Suspiró de manera cansada.

Alzó su mano izquierda para enjugarse la gota salada cuando un Seat Panda se cruzó en su camino; la había adelantado por la derecha.

Sofía pisó el freno, pero fue demasiado tarde; impactó contra la parte trasera del vehículo.

Los airbags saltaron.

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Negro, todo a mi alrededor era de aquel insufrible color. Pero no obstante aquella tonalidad no era consecuencia de la noche o de la ausencia de luz, sino que era el resultado de la nada.

Podía verme a mí misma con nitidez, mis brazos y mis piernas, lo cual indicaba que mi hipótesis no iba desencaminada.

Me encontraba suspendida en el aire, levitando.

De algún modo incapaz de ser descrito con vocablos mi cuerpo pisó un suelo que no sentí, mas únicamente me había dado cuenta de ello porque había dejado de flotar.

La sensación era extraña; como si no apreciara mi peso; como si mi entidad fuera una pluma.

Frente a mí se mostró un espejo de pie, grande y ovalado; semejante al de mi habitación de cuando era una chiquilla.

Observé mi reflejo.

Aquella joven a la cual veía a través de el cristal no era yo o al menos no mi «yo» actual. Sino que resultaba ser mi aspecto de cuando era pequeña.

Tenía el cabello castaño, despeinado y revuelto de haber jugado en el parque. Una sonrisa traviesa desdentada adornaba mi rostro, creando unas arrugas en los extremos de mis ojos madreselva.

Llevaba puesto un vestido azul marino lleno de manchas de barro y arrugado. Mis piernas estaban repletas de tierra y moretones, como resultado de jugar con los chicos, y apenas se podía distinguir la tonalidad de mis zapatos de charol dado la suciedad que portaban.

Me veía feliz en aquella imagen.

Con añoranza traté de alcanzarla; mi brazo se extendió. Como respuesta el espejo se quebró y el reflejo se hizo añicos.

Fragmento de Con los ojos Cerrados—


.



 
Las voces...
Las voces...
Las voces...

¡¡¡Qué se callen!!!

Yo... 
Yo...

¡No paro de escucharlas!

¡¡Sileeeeeeeeeeeeeencio!!


Sólo... Sólo... Sólo quiero tranquilidad; sólo deseo...

¡¡¡Por favor, dejad de hablarme!!!

Las voces...
Las voces...
Las voces...




kajdfkjwjhfgrhwghrgwjhrtguyewgt...
...kasbfkjebwriutbiuebribjehbtri

Nosotros dejaremos de atormentarte cuando hagas lo que te pedimos.






Entonces, debo matar al chico que me pidió mi móvil en el metro.


Pero aún así, sé que cuando os haga caso vosotras dejaréis de molestarme sólo unos días; luego regresaréis, con más fuerza.




...Y a pesar de ello, vale la pena;
con tal de que abandonéis mi cabeza durante unos instantes.






Un aviso

 
 ¡¡Hoolaa!!

Esta vez esto no es una actualización porque tengo exámenes finales, y claro, por eso no he subido entradas tan asíduamente.

Tengo exámenes de tooodas las asignaturas; incluso de informática. Y eso significa que... ¡¡Necesito un favor!!

Me estoy examinando de blogger (irónico, ¿verdad?) y nuestro profesor nos ha dicho que da más puntos en la asignatura que la gente comente en las entradas que publico.

Ahí va mi favor; ¡¡Por favor comentad en mis entradas de éste blog del cual me va a examinar para que yo saque más nota!!

Quiero tener una media alta de estudios.







Greguería



Quisiera decirte muchas cosas, pero las palabras se han enfadado conmigo.





 
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